Nunca tuve desinterés por esta asignatura ni por la de los jueves, pero por alguna razón que todavía no llego a entender, ambas se me han hecho muy cuesta arriba. El dibujo es algo que desde siempre me ha gustado y en lo que me he sumergido largas horas con gran disfrute, sin embargo, al entrar en estas clases de cinco horas de dibujo, simplemente me ponía nervioso y me tenía que ir, porque lo pasaba mal. No sé porqué, pero eso es lo que sentía.
Y hoy, al ir a clase, ¡pum! me encuentro con que hay una entrega. Vale. No tengo nada que enseñarte. Había empezado a trabajar en un proyecto para compensar el flojo nivel y volumen del trabajo hecho en clase. Pero obviamente no está acabado, puesto que pensaba que la entrega era el 19 de junio.
Así que he cogido todo lo que tenía, me he dicho: "la suerte está echada", y le he pedido al profesor que me evaluara en septiembre. Él me ha pedido ver mis dibujos, y tras ver unos cuantos me ha dicho que no pensaba dejarme ir a septiembre con un no presentado y que me esperaba con más dibujos a la vuelta del verano pero poniéndome antes un notable alto.
En este momento no sé si pegarme un tiro o llorar de felicidad. He desperdiciado un año, cuando lo que me gusta hacer gusta a los demás. Y además Manuel, el profe, me ha dicho que de haber hablado con él antes, me podría haber ayudado con esa especie de crisis mía. Pero por otro lado me han dicho que tengo nivel y que le gustan mis dibujos.
Joder... qué gran día. ¡Los milagros existen!