La ardilla plateada hacía eses por el jardín y subió a toda prisa por la corteza de una gran secoya californiana que sobresalía por la desvencijada valla de madera. Un lloroso chiquillo en bambas, camiseta, vaqueros y gorra de béisbol observaba, atormentado e impotente, mientras el animal se alejaba de él.
«¡Te queremos, Rico!», gritó el chico. «¡No te vayas, Rico!» gritó, angustiado.
La ardilla trepó hábilmente por el árbol. Al oír la desesperada voz del chico se detuvo y miró atrás. Sus tristes ojos mames relucían cuando dijo: «Lo siento, Babby, tengo que irme. Algún día lo comprenderás.»
[...]
«¡Te queremos, Rico!», gritó el chico. «¡No te vayas, Rico!» gritó, angustiado.
La ardilla trepó hábilmente por el árbol. Al oír la desesperada voz del chico se detuvo y miró atrás. Sus tristes ojos mames relucían cuando dijo: «Lo siento, Babby, tengo que irme. Algún día lo comprenderás.»
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Irvine Welsh
Desmontable de muñeco de nieve para Rico la ardilla
Acid House
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Acid House
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