"Eres nuestro futuro, pero tú no tienes ninguno."
Pit se acercó a las escaleras al final del largo pasillo. Sobre la puerta, una placa que brillaba tímidamente a la luz de las tenues bombillas, daba sentencia. El joven chaval no se molestó en leer el letrero. Empezó a bajar apresuradamente. Lo más rápido que los estrechos peldaños le permitían. La escalera era vieja y olía mal. Las paredes eran estrechas, oscuras, sucias y dejaban un polvo gris en las manos al apoyarse. Una puerta con el pomo suelto daba a la calle desierta. El asfalto agrietado todavía vestía de rallas discontinuas. Sobre estas, unas vallas dividían tres caminos posibles.
Pit vaciló. No había llegado hasta aquí para retroceder ahora. El camino de la izquierda se mostraba enigmático. Una bruma ligera entorpecía la visión de su final. A la derecha se abría otro sendero, pero se veía maltratado y con abundantes obstáculos.
La vía central parecía la más adecuada. Recta, bien iluminada y despejada de neblinas y estorbos. Pit avanzó con empuje.
No había caminado ni cinco minutos cuando de repente estalló una música alegre pero chirriante. Clavado en el suelo, con los pelos de la nuca tiesos como una cresta y con una sensación de tensión sobre las lumbares, Pit bajó la vista hasta dar con el origen de la estridente melodía. Un radiocasete negro y cuadrado. La música era una remezcla de una famosa canción de New Order acopiada con unas voces robóticas que cantaban sinsentidos.
Cerca del radiocasete, tres mapaches. Uno casi sobre la enorme caja negra y los otros dos junto a la pared.
- ¿Bailas?- propuso un mapache a otro.
- No.
-¿Y eso?- repuso el primero.
-Eso es mi amiga. Y tampoco baila.
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