Aquellos cuya naturaleza está ligada a la materialización de deseos ajenos son en realidad un fraude. Dioses, genios de la lámpara, dragones, magos o Shaquille O’Neill son, todos ellos, de una limitación intelectual descorazonadora. Me explico.
Me encontraba yo el otro día sumido en la ardua tarea diaria del cagar. Cada día, quiera o no, me veo absorbido por una fuerza superior proveniente de mi propio ser que me mueve sin remedio a la taza del wáter. Nada puedes hacer para contradecirla. La mejor opción es ser un perro dócil. Tener horarios fijos, comer mucha fibra y hacer caso cuando se te llama por primera vez. Si actúas así serás recompensado con muchos perfects (dícese de cuando, tras materializar un esplendido truño, el papel se muestra limpito como cuando estaba enrollado) y algún que otro phantom (dícese de cuando tú sabes que ha salido algo pero ahí no hay nada flotando).
Si en alguna ocasión desobedeces a la llamada no creas que se olvidará de ti; al contrario, volverá con más fuerzas, más grande y más dura, dispuesta a castigar tu falta de disciplina. También puede que te castigue con la más liquida y caliente de las mierdas, que hará que te arda hasta el intestino.
Entre tanto, las ventosidades son el equivalente a ese odiable post-it que tienes pegado en el marco la pantalla del ordenador para recordarte que has de tener el trabajo listo para mañana, otro para pasado y otro más para la semana que viene: al principio te duele cada vez que los ves, más tarde aprenderás a ignorarlos e irás llenando la pantalla con más y más post-its hasta que alguien te llame la atención.
Y todo esto sin hablar de lo patético que resulta el acto. Es el momento en el que te sientes más indefenso de tu vida. Sentado sobre un agujero, con los pantalones a media asta y concentrando todas tus fuerzas en un solo punto. No te puedes imaginar a Alejandro Magno en plena faena y todo aquello que no puedas imaginar a Alejandro Magno haciendo no vale la pena.
Aquella tarde fue una de esas en las que me tocaba recibir una lección. Apretaba y apretaba y ella, como un niño vergonzoso, sacaba la cabeza entre las piernas de papá para volverse a esconder rápidamente. Nada, imposible. Con la cara colorada volvía a coger aire sin dejar de apretar, un esfuerzo que nunca llegaré a entender. Atemorizado por padecer una hemorragia interna en mi cabeza, pensé cuan bello sería suprimir esta necesidad.
Un deseo así solo se le puede pedir a un ser superior. A uno de esos que aparecen en contadas ocasiones y que, sin más, hacen que tu vida pase de ser un infierno a ser la envidia de cualquiera. ¿Pero cómo hacer realidad este sueño? Es posible que si tú formulas el deseo de la manera más simple, acabe siendo peor el remedio que la enfermedad. Es decir, si tú le dices a ese genio de la lámpara “Deseo no volver a cagar en mi vida” es muy posible que, con su corto raciocinio, te cierre el esfínter y día tras día te vayas llenando de mierda. Lo que sería un inconveniente, ya que - tras sufrir graves fiebres, tormentosos dolores y un crecimiento descomedido de tus intestinos - es posible que acabases explotando, llenando las paredes del salón de casa de tus padres con una asquerosa mezcla de excrementos y sangre. No, gracias.
Por lo tanto, este no es un deseo sencillo. Hay que pensarlo bien. La fórmula correcta podría ser “Deseo no tener la necesidad de cagar nunca más en mi vida, y con esto no quiero decir que desee ser un deposito de mis propios excrementos en continuo aumento el resto de mi triste existencia… ¿Capicci?”. Ahí le pondrías en un apuro. ¿Cómo hacer para eliminar una necesidad como esta? No es fácil, ¿eh?
Bien, a los genios no les gustan los retos. A ellos les gusta que les digas “Quiero ser el más rico del mundo”, “Quiero que ella se enamore de mí”, “Quiero que el Madrid gane al Getafe” o “Quiero que me alcances el mando de la tele”. Si les formulas deseos como estos no tienen ningún problema. Chasquean los dedos y antes de que te des cuenta estás sentado sobre un sillón dorado en una lujosa mansión rodeado de sirvientes; los glaciales vuelven a helarse; Iguaín vuelve, por enésima vez, a marcar en el minuto 93 y tú tienes en tus manos el ansiado y siempre distante mando de la tele. Como si tal cosa. Tus no has hecho nada en todo tu vida y te enchufas rallas con billetes de quinientos, tú sigues siendo un adefesio más soso que un chicle tras tres horas de metértelo en la boca pero esa despampanante mujer cae rendida a tus pies sin remedio, y el Madrid pasa de dar asco a dar mucho asco porqué sí. Y ni siquiera te has tenido que levantar para cambiar de canal.
Pero este no es un deseo cualquiera. Ese ser superior debería pasar un buen rato pensando cual es la mejor manera para satisfacer al cliente. Y ahí es cuando me imagino a Shaquille O’Neil sentado en su mesa, pensativo, subiéndose las gafas que con el dedo corazón porque le resbalan a causa del sudor que le provoca no saber cómo demonios hacerlo. Un completo inútil que solo sabe acatar órdenes transformado en un ingeniero capaz de diseñar un cuerpo humano perfecto.
Sentado en el wáter empiezo a sentir un hormigueo en las piernas propio de cuando la sangre no fluye a su debido ritmo. En un último esfuerzo consigo pasar la barrera y empiezan a caer bolitas. Todavía me queda para rato. He sido un chico muy malo.
1 comentario:
Ey chamil! cómo va todo?
os molaba apuntaros a este proyecto?:Hola, te gustaría colaborar con esto?: http://tuttotruititeam.blogspot.com/
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